Gregorio Ordóñez Fenollar nació en Caracas (Venezuela) el 21 de julio de 1958 después de que sus padres, Gregorio Ordóñez y Consuelo Fenollar, emigrasen al país sudamericano tras la guerra civil española.
Con apenas siete años, Gregorio y su familia volvieron a España. Se instalaron en San Sebastián para gestionar una lavandería industrial en traspaso. Si bien Gregorio desarrolló sus estudios primarios y medios en el País Vasco, cuando rozaba la mayoría de edad decidió cursar Periodismo en Pamplona en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra.
Tras licenciarse en 1981, comenzó a trabajar para el diario Norte Exprés. Estrenó su grabadora con el obispo de San Sebastián, José María Setién, en un contexto de colaboración de la Iglesia vasca con el abertzalismo radical y la propia ETA. Esta fue la primera y única pregunta que el joven periodista pudo realizar antes de que su entrevistado le echase de su despacho: “¿Señor obispo, usted cree en Dios?”.
Allí, en la capital donostiarra, fue donde Gregorio conoció a su novia, Ana Iríbar. Él le pidió salir una noche en un txoko emplazado en el barrio de Gros, rodeado de amigos. Años más tarde, en 1990, Gregorio y Ana contrajeron matrimonio. En 1993 tuvieron a Javier Ordóñez Iríbar.
“Si el Gobierno negocia con ETA significa que estamos prostituyendo la democracia, significa que vale más comprarse una escopeta que votar. (…) No valen las negociaciones políticas y el único camino para conseguir la paz son los éxitos policiales”
Eran tiempos convulsos, marcados por una violencia terrorista atroz y constante. Aún con todo, Gregorio quiso aportar su grano de arena y, tras ingresar en nuevas generaciones de Alianza Popular (AP), resulto electo como concejal del Ayuntamiento de San Sebastián con apenas 24 años.
Durante esa legislatura, que arrancó en mayo de 1983, asumió la concejalía de Legalidad Urbanística. Cuatro años después, se hizo cargo de la de Turismo y fue designado responsable del Centro de Atracción y Turismo (CAT). En 1991, comenzó a dirigir la cartera de Urbanismo.
Gregorio Ordóñez nunca ocultó su manera de entender la política. Creía y defendía que los partidos políticos eran un medio para solucionar los problemas de sus conciudadanos y un vehículo para defender sus propios principios y valores. Hasta tal punto era así, que su claridad y beligerancia en ese aspecto supusieron que el partido llegase a expedientarle.
En su etapa en el Ayuntamiento de San Sebastián, integrado primero en AP y después en el PP, evidenció sus dotes de negociador y de estratega político. De ese modo, en 1987 favoreció el gobierno municipal de la Eusko Alkartasuna –escisión del PNV– liderada por Xabier Albistur. En 1991, después de que Albistur ganase las elecciones, los votos de Ordóñez hicieron alcalde a Odón Elorza. Todo a cambio de que su formación pudiera acceder a puestos clave del Gobierno donostiarra desde los que promover cambios fundamentados en los principios y objetivos que Gregorio defendía. Entre ellos, desbancar al nacionalismo y explotar al máximo las potencialidades económicas de San Sebastián.
Sus años en el Ayuntamiento de San Sebastián, en los que hizo que las siglas del PP pasasen de ser las de un partido sin representatividad pública a las de una formación con opciones reales de gobernar la capital de Guipúzcoa, y su actitud diaria en un ambiente hostil marcado por la violencia y la amenaza terrorista hicieron que los ojos de media España se clavasen en él. Gregorio empezaba a ser percibido como el azote de los intransigentes, de los terroristas de ETA.
En 18 de noviembre de 1990 fue elegido diputado en el Parlamento Vasco por la circunscripción de Guipúzcoa. Informativos regionales y nacionales se hicieron eco de declaraciones que ya forman parte de la historia. Estas son sólo algunas: “Lo único que hay que negociar con los etarras es el color de los barrotes de su celda”; “si un daño no se puede reparar, como es el caso de las 900 víctimas asesinadas por ETA, hay que pagar”; “hay reinsertados con las manos manchadas de sangre, goteando, se les recibe con banda y con música. Hombre, lo que tendrían que hacer es guardar sus vergüenzas”.
“Hay reinsertados con las manos manchadas de sangre, goteando. Se les recibe con banda y con música. Hombre, lo que tendrían que hacer es guardar sus vergüenzas (…) No puede ser que los asesinos de repente tengan trabajo a dedo en la administración local y les reciban con banda”
Sus manifestaciones evidenciaban la sinrazón terrorista y eran como cuchillos para la estrategia criminal de los terroristas de ETA, que llegaron incluso a amenazarle de muerte telefónicamente. A él y a su familia.
Meses después de su acceso a la cámara autonómica, en 1991, fue elegido primer teniente de alcalde de San Sebastián, su ciudad y el principal motor de su carrera política. Así lo expresó él: “Me metí en política por dos motivos: porque quiero mucho a mi tierra y no quería verla doblegada por el yugo de los pistoleros de ETA, y también porque no me daba la gana la forma de actuar de un pistolero verbal, el señor Arzalluz”.
En ese contexto de compromiso y de intenso trabajo por la ciudadanía, Gregorio y Ana tuvieron a su hijo Javier, que nació en 1993.
La relación con su compañero de partido y entonces líder de la oposición José María Aznar fue muy buena desde el principio. Esto dijo Gregorio a Aznar durante su última comparecencia pública: “Yo seré alcalde y tú serás presidente”. Muy poco después, en vísperas de las elecciones municipales de mayo de 1995 en las que Gregorio encabezaba la candidatura del PP al Ayuntamiento de la capital donostiarra, ETA le asesinó de un disparo en la nuca mientras almorzaba en un céntrico restaurante de la ciudad junto a compañeros de partido.
Su asesinato provocó una respuesta masiva y sin precedentes en San Sebastián. Miles de ciudadanos acudieron a la capilla ardiente en señal de repulsa del terrorismo. Cuatro meses después del crimen, el PP se convirtió en la fuerza más votada en San Sebastián con el 23,84% de los votos.
Gregorio, de niño.
Gregorio, cuarto por la izquierda, con compañeros de facultad en la Universidad de Navarra.
Gregorio Ordóñez y Ana Iríbar se casaron en 1990.
Gregorio y su hijo Javier.
Primera acreditación de concejal de Gregorio Ordóñez.
Gregorio Ordóñez, durante una campaña de promoción del turismo en San Sebastián.
Amenazas telefónicas proferidas por ETA contra Gregorio Ordóñez.
Gregorio Ordóñez, votando en el País Vasco.