Cada año que transcurre desde aquel 23 de Enero de 1995, se agiganta en mi recuerdo y conciencia la figura de Gregorio Ordóñez.
El transcurso del tiempo, así como la descorazonadora realidad que hoy vivimos, realza y enaltece el significado de su trayectoria personal y política.
En ocasiones, desde un pesimismo y desesperanza que no comparto en absoluto, hay quienes afirman, que las muertes de las víctimas por el terrorismo fueron inútiles ante la cobardía actual imperante.
Esas muertes fueron una tragedia para todos y especialmente, para sus familias, pero no inútiles.
Aquel asesinato merece cualquier consideración excepto el de inutilidad.
Su trayectoria, su personalidad y su asesinato nos cambiaron a todos, modificó radicalmente la vida política en el País Vasco y en España.
Las víctimas adquirieron una nueva dimensión, los movimientos constitucionales emergieron en el País Vasco y en España, la alternativa política -tan necesaria para España en aquellos años- alcanzó el gobierno poco más de un año después.
Con la perspectiva y dimensión que sólo te produce el transcurso del tiempo, me atrevo a afirmar que enalteció el valor, el coraje, la defensa de España sumada al cariño por su San Sebastián del alma. Marcó un nuevo estilo en la política y, por ello, provocó tanto miedo y temor a quienes perpetuados en el miedo reverencial de un ambiente dominante, abusaban del poder.
El hecho lamentable de que los constitucionalistas no hayan sido perseverantes en el País Vasco, la triste realidad del actual mapa político vasco, no pueden ni deben confundirnos, ni mucho menos tienen el derecho de desmoralizarnos.
Gregorio marcó un camino, que más antes que después, se volverá a retomar y nos confirmó que lo que parecía imposible, en la década de los ochenta, se transformaba no solo en una posibilidad sino en una realidad tangible en los noventa.
La historia nos demuestra que la vida da muchas vueltas, que los sentimientos de victoria se transforman de pronto en sensaciones de derrota y viceversa.
Lo relevante son las trayectorias limpias de las personas, lo importante es que Goyo nos enseñó la buena dirección en el quehacer público desde la máxima honestidad y la mayor de las determinaciones.
Su vida se ha transformado en un referente de la fortaleza de la verdad frente a la fuerza de la mentira. Es verdad, asesinaron a Gregorio Ordóñez, pero no mataron la verdad que encerraba la figura de Gregorio Ordóñez
Veintidós años después de aquella tragedia, no sólo Ana, Javier y Consuelo, le recuerdan con cariño y emoción.
Gregorio, es un referente inolvidable para todos los que compartimos sus convicciones pero estoy seguro de que, sobre todo, será un referente para el futuro del País Vasco y España.
Jaime Mayor Oreja