Para que un proyecto político arraigue, para que un líder se consolide, no basta con estar en el lugar oportuno y el momento adecuado. Son necesarios principios, objetivos, mucho tesón y una sincera humildad para defender los unos y perseverar en los segundos, lejos de cualquier atisbo de narcisismo y con la valentía suficiente para mantenerse independiente incluso de las propias siglas del partido que se representa, especialmente cuando están en juego las instituciones que apuntalan la democracia, y las libertades y derechos de sus conciudadanos. Ese líder que no tiene prisa ni ínfulas de victoria, no es un conquistador ni flor de un día; es un ciudadano paciente, tenaz y valiente cuya máxima ambición es solucionar los problemas de sus conciudadanos, que sabe ganarse la confianza de los demás palmo a palmo, calle a calle, voto a voto, con mucho esfuerzo, con trabajo constante, con responsabilidad y honradez, hablando claro y alto donde casi nadie se atreve a hacerlo porque la vida de quien entonces se atrevía a hacerlo estaba en juego. En España hubo una vez un político así de auténtico. Comenzó su andadura en un ambiente más que hostil, cuando el nacionalismo gobernante clasificaba a todos los vascos en función de su grado de servilismo hacia la causa araniana y mientras ETA disparaba contra los ciudadanos menos afines a la suya, hombres y mujeres inocentes, e imponía el terror en las calles de Euskadi. En España hubo una vez un político audaz que emprendió la acción política con inusitado entusiasmo para demostrarnos que es posible cambiar para mejorar las cosas, sin miedo, sin revoluciones que pongan la casa patas arriba, aprovechando lo bueno que quienes nos preceden han construido. Sin destruir, reconstruyendo un presente mejor. Ese político es Gregorio Ordóñez Fenollar.
De vocación política pero periodista de formación, Gregorio Ordóñez aparecía casi a diario en la prensa escrita, intervenía en radios y televisiones a lo largo de sus escasos pero intensos 15 años dedicados profesionalmente a la política. Hoy, gracias a la colaboración de muchos medios de comunicación, públicos y privados, la Fundación Gregorio Ordóñez ha conseguido reunir sus intervenciones públicas en un archivo histórico que ponemos al alcance de todos. Es sin duda, un importante legado que resume las preocupaciones, opiniones y aspiraciones de Gregorio Ordóñez. Pero se trata de algo más. Algo que trasciende incluso al personaje público. Su legado es crucial para conocer una parte de la realidad de España, especialmente del País Vasco, durante unos años extremadamente duros, marcados por la acción terrorista de ETA. Su legado es una aportación fundamental para comprender la rutina excepcional que rodea a una futura víctima de ETA; para conocer el ambiente hostil y la soledad que se ciernen sobre todas ellas antes de ser víctimas en el País Vasco, en continuo contraste con la impunidad y la injusticia de la que gozan por el contrario ETA y sus cómplices mientras ejercen su actividad, la política y la criminal, con la complicidad de insospechados sectores de la sociedad. Saber quién fue Gregorio Ordóñez, cómo vivió, qué defendía, cómo murió nos lleva a reflexionar sobre la vida y la muerte en el País Vasco en los años 80 y 90. Es ante todo, un tributo sincero a su memoria y a la de las 858 víctimas mortales de ETA.